Why Does God Allow Evil in the World?

¿Por qué Dios permite el mal en el mundo?

Matthew Bell

Una de las preguntas más difíciles del cristianismo es: "¿Por qué un Dios amoroso y todopoderoso permite la existencia del mal?". Si Dios es bueno, ¿por qué hay sufrimiento, dolor y pecado en el mundo? Aunque no comprendamos plenamente los caminos de Dios, las Escrituras nos dan una idea de su propósito y plan. El mal nunca fue su diseño, pero lo permite por un propósito mayor, uno que, en última instancia, conduce a la redención, el crecimiento y una comprensión más profunda de su bondad.

El mal hace más visible la bondad

Imagina un mundo sin oscuridad. Si todo fuera luz, ¿reconoceríamos siquiera su brillo? La existencia del mal nos ayuda a ver la bondad de Dios con mayor claridad. Sin sufrimiento, no apreciaríamos plenamente la paz. Sin odio, no comprenderíamos el amor. Sin pecado, no comprenderíamos el poder de la gracia y el perdón.

Jesús mismo vino a un mundo lleno de pecado y quebrantamiento para revelar la verdad y traer salvación. Juan 1:5 dice: «La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no la han vencido». Cuanto más oscuro se vuelve el mundo, más visible se hace la luz de Dios. Sin el contraste del mal, podríamos dar por sentada la bondad de Dios, sin darnos cuenta nunca de nuestra verdadera necesidad de Él.

La historia de Lucifer y los ángeles

Antes incluso de que la humanidad cayera en el pecado, el mal comenzó en el cielo con Lucifer. Era un ángel magnífico, creado perfecto y con todo lo que necesitaba. Vivía en la presencia de la gloria de Dios, sin carecer de nada. Sin embargo, como nunca había experimentado el mal ni el dolor, no comprendía plenamente lo que tenía. En lugar de apreciar su lugar ante Dios, se enorgulleció y deseó ser como el Altísimo (Isaías 14:12-15).

La caída de Lucifer y la rebelión de otros ángeles nos muestran que incluso quienes lo poseen todo pueden alejarse de Dios si no comprenden la alternativa. Los ángeles que permanecieron con Dios vieron lo que les sucedió a Lucifer y a sus seguidores, y esto fortaleció su amor y lealtad a Dios. De la misma manera, cuando presenciamos los efectos del pecado en el mundo, recordamos por qué necesitamos la justicia y la gracia de Dios.

El libre albedrío y la elección de amar

Dios permite el mal porque nos dio libre albedrío. El amor no es genuino si es forzado. Si Dios hubiera creado un mundo donde nadie pudiera elegir hacer el mal, entonces el amor, la obediencia y la fe carecerían de sentido. La capacidad de elegir entre el bien y el mal nos da la oportunidad de amar y seguir verdaderamente a Dios.

En Deuteronomio 30:19, Dios le dice a su pueblo: «He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Ahora, escoge la vida, para que vivas tú y tus hijos». Él no obliga a nadie a elegirlo, sino que nos ofrece la oportunidad de experimentar su bondad al alejarnos del pecado y andar en sus caminos.

La promesa de redención de Dios

Aunque el mal existe ahora, no es permanente. Dios tiene un plan de redención y, a través de Jesús, ya obtuvo la victoria sobre el pecado y la muerte. Apocalipsis 21:4 nos dice: «Enjugará toda lágrima de sus ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas han pasado».

Un día, Dios eliminará todo mal, pero por ahora, lo usa para acercar a la gente a Él. Muchas personas llegan a la fe en tiempos de sufrimiento porque las dificultades les abren el corazón a la realidad de su necesidad de Dios. Incluso en medio del mal, Dios obra para bien, tal como lo hizo mediante la muerte de Jesús en la cruz: el mayor mal condujo al mayor acto de amor y redención.

Reflexiones finales

Aunque quizás nunca comprendamos del todo por qué Dios permite el mal, podemos confiar en que tiene un propósito. La existencia de la oscuridad hace que su luz brille aún más, y nuestras experiencias con el pecado y el sufrimiento nos hacen apreciar aún más su bondad. Así como los ángeles en el cielo vieron las consecuencias de la rebelión de Lucifer y permanecieron fieles, nosotros también podemos elegir permanecer cerca de Dios y confiar en su plan.

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