Por qué demasiada masculinidad es tóxica: una lección de Jesús
Compartir
En la cultura actual, la masculinidad suele verse en extremos. Por un lado, está la mentalidad “alfa” agresiva y dominante que glorifica el poder, la agresión y la supresión de las emociones. Por otro lado, existe una tendencia a redefinir la masculinidad de maneras que sean más protectoras y compasivas. Como cristianos, es fundamental entender lo que dice la Biblia sobre la masculinidad y por qué una forma extrema de la misma —lo que a menudo se denomina “masculinidad tóxica”— puede ser perjudicial tanto para los hombres como para quienes los rodean.
Pero, ¿qué es exactamente la masculinidad tóxica y por qué es motivo de preocupación? La masculinidad tóxica es una versión distorsionada de la masculinidad que enfatiza rasgos como la agresión, la supresión emocional y el dominio, al tiempo que rechaza la compasión, la humildad y la vulnerabilidad. Puede manifestarse en muchos comportamientos dañinos, como la ira, la violencia y la devaluación de las mujeres y de los demás. Esto no es masculinidad bíblica. Cuando miramos a Jesús, el ejemplo perfecto de masculinidad, vemos un modelo radicalmente diferente: uno marcado por la fuerza y la gentileza, el coraje y la humildad, la autoridad y el servicio.
Entendiendo la verdadera masculinidad bíblica
Antes de abordar los peligros de la masculinidad tóxica, debemos definir cómo es la masculinidad bíblica. La Biblia no promueve una visión unidimensional de lo que significa ser un hombre, sino que ofrece una imagen holística que incluye tanto la fuerza como la ternura.
En Génesis, Dios creó al hombre a su imagen (Génesis 1:27). Esto significa que la masculinidad, en su forma original, refleja la naturaleza de Dios. Dios es fuerte y justo, pero también compasivo, misericordioso y gentil. Un hombre piadoso, entonces, debe reflejar estas características. La verdadera masculinidad bíblica tiene sus raíces en el amor, el servicio y el autocontrol.
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.” — Gálatas 5:22-23
La masculinidad bíblica no se define por la agresión o el dominio, sino por un corazón que busca honrar a Dios y servir a los demás. Cuando nos alejamos de este modelo, la masculinidad puede volverse tóxica.
¿Qué es la masculinidad tóxica?
La masculinidad tóxica es la corrupción del diseño original de Dios para los hombres. Destaca rasgos como:
- Agresión e ira: La creencia de que los hombres deben dominar a los demás para demostrar su fuerza.
- Supresión emocional: La falsa noción de que mostrar emociones (como la tristeza o el miedo) es un signo de debilidad.
- Desprecio por los demás: La tendencia a devaluar a las mujeres, a los niños o a cualquier persona considerada “más débil”.
- Hiperindividualismo: priorizar el interés propio, el orgullo y la independencia sobre la humildad, la responsabilidad y el trabajo en equipo.
Esta forma distorsionada de masculinidad es peligrosa porque contradice el carácter de Jesús, quien fue la encarnación de la verdadera hombría.
Jesús: el modelo perfecto de la verdadera masculinidad
Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a la tierra no sólo para salvar a la humanidad, sino también para mostrarnos cómo vivir, incluido lo que significa ser un hombre. Jesús era fuerte, pero nunca agresivo. Era valiente, pero compasivo. Tenía autoridad, pero nunca abusó de ella. Exhibió todas las virtudes de un hombre piadoso y se erige como el modelo perfecto de masculinidad.
Jesús era fuerte, pero no autoritario
Jesús demostró una fuerza y un coraje increíbles, especialmente cuando enfrentó la tentación y la oposición. Se enfrentó a los fariseos y expulsó a los cambistas del templo (Juan 2:14-16), pero lo hizo por una ira justa, no por un deseo de dominar o intimidar. Su fuerza siempre estuvo controlada, dirigida a defender la santidad de Dios y a cuidar de los demás.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. — Mateo 5:5
La mansedumbre no es debilidad, es poder bajo control. Jesús pudo haber llamado legiones de ángeles para destruir a sus enemigos, pero eligió la moderación y la compasión, incluso orando por quienes lo crucificaron (Lucas 23:34). Esta es la verdadera fortaleza de un hombre piadoso.
Jesús era humilde, no orgulloso
La masculinidad tóxica a menudo promueve el orgullo y el egocentrismo, pero Jesús, el Rey de reyes, asumió el papel de siervo.
“...El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo...” — Filipenses 2:6-7
Jesús, aunque tenía todo el derecho de exaltarse a sí mismo, eligió humillarse, llegando incluso a lavar los pies de sus discípulos (Juan 13:1-17). La humildad es una señal de la verdadera masculinidad, ya que reconoce la autoridad de Dios y el valor de servir a los demás por encima de la exaltación propia.
Jesús era compasivo, no frío
Mientras que la masculinidad tóxica considera la compasión y la amabilidad como signos de debilidad, Jesús mostró una profunda compasión y ternura. Lloró por la muerte de su amigo Lázaro (Juan 11:35) y mostró empatía hacia quienes sufrían a su alrededor.
“Y al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban también llorando, Jesús se conmovió profundamente en espíritu y se angustió.” — Juan 11:33
Jesús no tenía miedo de mostrar sus emociones ni de conmoverse ante el dolor de los demás. En lugar de reprimir sus sentimientos, se permitió expresarlos de una manera sana y piadosa. La verdadera masculinidad no se caracteriza por la represión de las emociones, sino por estar emocionalmente presente, ser compasivo y empático.
Jesús era manso pero firme
Jesús nunca fue pasivo ni tímido, sino que su firmeza siempre estuvo equilibrada con su amabilidad. Fue firme con los fariseos cuando necesitó exponer su hipocresía, pero fue amable y paciente con los pecadores, como la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8:3-11). Su amabilidad no socavó su fuerza, sino que la magnificó.
“Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.” — Mateo 11:29
Por qué demasiada masculinidad puede volverse tóxica
Cuando los hombres llevan al extremo cualidades bíblicas como la fuerza, el coraje y el liderazgo, eliminando la humildad, la amabilidad y la compasión, esto conduce a una forma tóxica de masculinidad que distorsiona el diseño de Dios. Esto puede manifestarse de maneras dañinas, como:
- Agresión verbal o física: Confundir contundencia con fuerza.
- Supresión emocional: Creer que los hombres no deben mostrar vulnerabilidad ni buscar ayuda.
- Conducta controladora: buscar dominar a los demás en lugar de liderar con amor y servicio.
Tales actitudes son contrarias al ejemplo de Jesús. La verdadera masculinidad es fuerte y gentil, valiente y compasiva, firme y humilde.
Cómo cultivar la masculinidad cristiana
Si queremos evitar la masculinidad tóxica, debemos tomar a Jesús como nuestro modelo a seguir. A continuación, se presentan algunas formas prácticas de cultivar la masculinidad cristiana:
- Busque la humildad: esté dispuesto a servir a los demás y poner sus necesidades por encima de las suyas.
- Muestra compasión: no tengas miedo de expresar tus emociones y mostrar empatía hacia aquellos que están sufriendo.
- Sea valiente en el amor: defienda lo que es correcto, pero hágalo siempre con un espíritu de amor y gentileza.
- Abrace la gentileza: la fortaleza no tiene que ver con la agresión o la fuerza; tiene que ver con el autocontrol y la amabilidad.
- Busque la guía de Dios: Ore y estudie las Escrituras para entender cómo Dios define la hombría.
Conclusión: Sigamos a Jesús, no la definición de masculinidad del mundo
La Biblia ofrece una visión hermosa y equilibrada de la masculinidad, que refleja el carácter de Dios. Jesús es el máximo ejemplo de lo que significa ser un hombre verdadero: fuerte pero gentil, valiente pero compasivo, autoritario pero humilde. Cuando seguimos su ejemplo, evitamos las trampas de la masculinidad tóxica y, en cambio, encarnamos una masculinidad piadosa que honra a Dios y bendice a los demás.
Como hombres, nuestro objetivo no debe ser vivir de acuerdo con las expectativas de la sociedad, sino reflejar a Jesús en todo lo que hacemos. Cuando seguimos su modelo, nos convertimos en el tipo de hombres que lideran con amor, sirven con humildad e impactan al mundo para la gloria de Dios.